Para un inversionista (o un ahorrante), la tasa de interés real indica el rendimiento que este obtiene luego de considerar el efecto de la pérdida de valor del dinero en el tiempo. De manera formal, la ecuación de Fisher(1) establece que la tasa de interés real es aproximadamente la tasa de interés nominal menos la tasa de inflación, es decir es la tasa de interés de mercado después de descontar la inflación.
Por ello se considera que la tasa de interés nominal no refleja el rendimiento real de una inversión, pues no toma en cuenta cómo se ha visto afectado el poder adquisitivo de la moneda. Por lo que para conocer los rendimientos reales que se poseen, lo óptimo es conocer la tasa de interés real. A modo de ejemplo, un inversionista que posea un bono con un rendimiento del 6%, mientras que la tasa de inflación sea del 4%, obtiene en términos reales un rendimiento de tan sólo un 2%.
A nivel macro, la teoría económica y la evidencia empírica establece que la tasa de interés real tiene una relación negativa con el Producto Interno Bruto. La lógica detrás de esto se deriva del efecto que tiene la tasa de interés sobre el nivel de inversión y el consumo que se realiza en la economía. Por un lado, una mayor tasa de interés real hace más atractivo el ahorro para los consumidores, por lo que tenderían a aplazar el consumo presente por ahorro. Por el otro, cualquier proyecto de inversión necesitaría una tasa de rendimiento esperada mayor a la tasa de interés real, que ahora es más alta, y por tanto algunos proyectos podrían perder el atractivo para el inversionista.
(1)La ecuación de Fisher en las matemáticas financieras y la economía calcula la relación entre la inflación y nominal tasas de interés. Lleva el nombre de Irving Fisher, quien fue un economista estadounidense, famoso por sus trabajos sobre la teoría del interés.