Políticas comerciales: posiciones disidentes

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Es el motivo que se esconde detrás de la naturaleza cíclica de la posición de las naciones frente al comercio lo que supone el tema a abordar por este blog. Tomando los principales argumentos teóricos y las fallas que presentan estos en la práctica, se ofrece la oportunidad de, si no fijar una posición al respecto, al menos de entender el razonamiento que se encuentra implícito detrás de los cambios de postura.


Resultaría casi paradójico pensar que las cunas de los propulsores del liberalismo comercial, Margaret Thatcher y Ronald Reagan, son las mismas que ahora tienen como líderes a Theresa May abogando por una salida del mercado único europeo, y a Donald Trump con sus controversiales planes proteccionistas. Sin embargo, una visión menos miope de la historia (remontándonos a las Leyes Británicas de Trigo y Lana, o la polémica Ley Smoot Hawley) indicaría que las medidas que desde 2016 idearon estas dos naciones en materia de comercio, se sugieren sensatas ─aunque menos restrictivas que las leyes mencionadas anteriormente─.


Las limitaciones de producción genuinas de los países, hacen del comercio una herramienta de diversificación de productos; sin embargo, las prerrogativas de estos intercambios no parecen tan simples a los ojos de las naciones cuando hablamos de comprar productos en el extranjero que de alguna manera se pueden producir localmente.


Los defensores del libre comercio a menudo se amparan bajo el argumento de la eficiencia que se deriva de las relaciones comerciales; su postulado principal es que las restricciones (aranceles, cuotas, subsidios a las exportaciones, etc.) dan lugar a distorsiones en la producción y el consumo.


Específicamente, las distorsiones al consumo radican en que se renuncia a la oportunidad de ampliar las posibilidades de consumo. La eficiencia que se logra en la producción como resultado de la liberalización comercial, según el primer argumento propuesto, proviene del aprendizaje y la innovación ─que a veces dan paso a las economías de escala─ propios de un mayor grado de competencia. Es importante destacar que los partidarios del libre comercio consideran la ventaja comparativa de los países en su defensa.


En la bancada contraria, aquella que se opone al libre comercio, proponen que existe un arancel óptimo para los países grandes que hace nulas las pérdidas de una medida proteccionista frente a sus ganancias. En suma, se afirma que en un escenario en el que la producción de un bien genere a la sociedad beneficios adicionales, una restricción a las importaciones aumentaría el bienestar de las personas.


La protección de la industria naciente ha sido considerada también como una razón suficiente para impedir la apertura comercial, por considerarse injusto que dos países compitan en el mercado internacional sin tener el mismo grado de madurez. En esta misma línea, se levanta el argumento de los salarios paupérrimos que condena el libre comercio cuando uno de los países obtiene ventaja a partir de salarios muy bajos.


Como punto intermedio de estas posturas disidentes, se han esbozado argumentos que se inclinan a favor o en contra del libre comercio luego de considerar factores condicionales. Se ha planteado, de hecho, que el libre intercambio es favorable entre países con similares estadios de crecimiento y desarrollo.


Adicionalmente, entre estas destaca la teoría del segundo factor óptimo ─que afirma que la adopción del libre comercio es deseable en un mercado sólo si todos los demás mercados funcionan correctamente─. Se contra argumenta que los fallos del mercado nacional podrían ser corregidos por políticas dirigidas directamente a la raíz de los problemas y que no se puede diagnosticar exactamente el fallo del mercado para prescribir la política.


A pesar de todo lo que la teoría económica ha planteado a lo largo de este debate que parece no tener fin, lo que ha prevalecido en la práctica son los acuerdos aduanales y comerciales entre regiones similares, una organización que vela por la prevención de guerras comerciales agresivas, y unas que otras prácticas de competencia desleales. Las ventajas derivadas del comercio no son tema de discusión, pero lo que sí se presta a revisión son las condiciones que deben o no acompañarlo.


En el statu quo del mundo comercial protagonizan Estados Unidos, renunciando al Acuerdo Transpacífico ─concebido para estrechar las relaciones comerciales de esta economía con las naciones que bordean el pacífico menos China─, Reino Unido que abandona al mercado único europeo y una China discursante a favor del libre comercio. Se augura como resultado un acuerdo comercial entre Estados Unidos y Reino Unido, y China como mayor beneficiario de las frías medidas beligerantes del mundo moderno en materia de comercio.