Turismo en perspectiva: ¿qué tanto aprovechamos el sector?

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La relevancia actual del sector turismo en la economía dominicana no resulta fortuita; es el producto del esfuerzo importante de inversionistas, tantos locales como internacionales, que se adentraron en el desarrollo de proyectos en las zonas atractivas del país desde el último tercio siglo XX. La contribución económica del sector pudiese contabilizarse en términos monetarios, y los hallazgos podrían ser favorecedores. Sin embargo, la contribución integral del sector a todas las ramificaciones sociales podría resultar casi invaluable.

La Organización Mundial de Turismo y Viajes (WTTC, por sus siglas en inglés) pronosticó que la República Dominicana es la nación que percibirá en 2017 el mayor aporte monetario del sector turismo en el Caribe y América Central, superior a US$13.1 mil millones. Para 2027, espera una duplicación de la cifra.

Al menos en los últimos siete años, República Dominicana ha permanecido como líder regional en términos de contribución económica, por encima de economías como la panameña, la nación con el flujo de pasajeros más convulsionado de la región, y Puerto Rico, territorio que, a pesar de su crisis, es una puerta abierta para la masa turística estadounidense (el principal sustento del turismo regional). La contribución del sector a República Dominicana equivaldría al 14.6% del total aportado a la región en 2017.

El desarrollo del sector turismo ha beneficiado la economía dominicana de distintas maneras:

  1. Ha impulsado el consumo de bienes y servicios nacionales e internacionales en suelo dominicano.

  2. Ha incentivado a las autoridades a invertir en la mejora de los servicios ofertados a turistas y las industrias relacionadas.

  3. Ha proporcionado tanto empleos directos como indirectos a una importante porción de la fuerza laboral.


Sin embargo, pudiera argumentarse que la contribución potencial de mayor envergadura es el desarrollo de las comunidades en las que se establecen los proyectos del sector. En nuestro país, no resulta extraño que áreas de importante atractivo turístico se encuentren localizadas alrededor de comunidades con agudos problemas socioeconómicos.

El desarrollo de estas comunidades a partir del crecimiento de la inversión turística en estas áreas resulta casi inminente. Los inversionistas deben garantizar al turista condiciones de estadía y servicio óptimo, por lo que el mejoramiento de los servicios básicos, incluyendo salud, educación, sanidad, y energía es imperativo. La formación apropiada de los habitantes de esta comunidad, acompañado con la provisión de un empleo directo o indirecto en el sector, representan, en teoría, una fórmula efectiva para el progreso comunitario.

El crecimiento del sector también impulsa la actividad turística del dominicano dentro y fuera del país. La inversión en puntos turísticos eleva el atractivo de los mismos, incentivando el turismo interno. Además, el crecimiento del sector diversifica la oferta de conexiones entre el país y el resto del mundo. La carta de aerolíneas y destinos del Aeropuerto de Punta Cana, por ejemplo, ha aumentado considerablemente en los últimos años, brindando nuevas opciones de vuelo no solo para el turista extranjero, sino para el dominicano que desea viajar al exterior.

Sin embargo, las estadísticas del sector turismo evidencian la presencia de un potencial que aún no es aprovechado en el país. Las cifras de la WTTC estiman una contribución del sector en inversión de capital de US$667.5 millones en 2017, colocando al país en quinta posición en la región. Cuba, que en la actualidad enfrenta barreras económicas importantes, y Puerto Rico, con una crisis económica prácticamente crónica, registran cifras que más que duplican la registrada para República Dominicana. Para una nación como la nuestra, con el panorama turístico más importante del Caribe y América Central, ¿no resulta particular esta diferencia? La realidad es que, los números dan indicios de que el potencial de inversión proveniente del sector aún no ha sido aprovechado al máximo. Aún queda un espacio de mejora importante.

La Asociación de Hoteles y Turismo de la República Dominicana (ASONAHORES), en su banco estadístico, reporta que, a 2017, la tasa de ocupación promedio de las zonas turísticas más importantes del país es 83.4%. Punta Cana, La Romana, y Boca Chica son los principales impulsos a esta cifra. Sin embargo, observamos como Santo Domingo, no solo la capital de la nación, sino un centro cultural vital de la región presenta una tasa de apenas 63% en lo que va de año. Podríamos intuir que el 37% “desocupado” simboliza un potencial que quizás estemos desperdiciando.

Por ende, el hecho de que tengamos potencialmente el sector turístico más dinámico en la región no implica que debemos adoptar una posición pasiva ante un mercado aparentemente sólido. El foco debe continuar siendo maximizar las oportunidades de mejora, aprovechando el potencial del sector al máximo y, sobre todo, lograr que los beneficios percibidos sean distribuidos a través de todos los estratos sociales.