En ciertas ocasiones hemos podido presenciar elevados niveles de precios que persisten durante largos periodos de tiempo, en otras hemos notado cómo las
economías crecen a muy bajas tasas ─incluso inferiores a cero─ al tiempo que existe un arraigado nivel de
desempleo que mantiene en paro a una gran masa de personas. Estos dos eventos pueden ser perjudiciales por sí solos para el bienestar económico de cualquier país, sin embargo, la problemática se agrava cuando ambas situaciones coinciden dando lugar al fenómeno económico conocido como
estanflación.
Previo a los años 70, se consideraba que en periodos expansivos caracterizados por niveles de empleos elevados y bajas tasas de interés que incentivaban el consumo y que desembocaban en una mayor demanda agregada, existía un equilibrio con un mayor nivel de precios, pero también con una mayor producción.
Asimismo, se pensaba que, en periodos restrictivos influenciados por altos tipos de interés y elevados niveles de desempleos, que provocaban una caída abrupta del consumo, el
equilibrio se localizaba en una menor producción con una
inflación moderada. En pocas palabras, se tenía la creencia de que resultaba imposible presenciar un espiral ascendente de los precios y una recesión económica de forma simultánea.
A mediados de la década del 60 e inicios de los 70 el rumbo del pensamiento cambió definitivamente, al evidenciarse en
Reino Unido la coexistencia de una inflación desmedida y descontrolada, con un estancamiento económico y altos índices de desempleo. Estos hechos de manera conjunta profundizaban la gravedad de la situación económica posicionando a los agentes en una posición de pérdida.
La estanflación significa un reto para cualquier economista o hacedor de políticas económicas, debido a que las medidas tradicionales para atacar las problemáticas de forma individual son totalmente adversas. Por ejemplo, para reducir la inflación los bancos recurren a aumentar las tasas de interés lo que culmina en una ralentización del crecimiento económico (un estancamiento de la actividad económica).
Por el contrario, si desean reactivar la situación económica la regla por excelencia sería aplicar una política expansiva para inducir a una disminución de los tipos de interés, hecho que puede provocar desajustes considerables en el nivel de precios (inflación) y alterar aún más la estabilidad.
Los mejores resultados se han obtenido de políticas destinadas a mejorar el mercado laboral otorgando mayores facilidades a los empleadores y empleados, mediante la creación incentivos con tasas impositivas al sector empresarial más bajas, con un mercado menos intervenido por el Estado y una distribución dada por la naturaleza misma, entre otras.
La estanflación es un problema que merece suma atención, dada la dificultad a la hora de atacar sus males. Es por ello, que las economías deben mantenerse alerta cuando presentan las situaciones planteadas anteriormente de forma simultánea.