A la hora de analizar la forma en que los consumidores toman decisiones, un concepto clave es la curva de indiferencia, que completa el análisis hecho anteriormente sobre la restricción presupuestaria.
La idea de una curva de indiferencia consiste en que los consumidores son capaces de definir diferentes canastas de bienes y servicios entre las que son indiferentes. Como ejemplo extremo, y trivial, se puede definir el problema de elegir entre vasos de agua y galletas. Existe cierta relación de intercambio entre ambos bienes, de forma que la ausencia de un vaso de agua se puede contrarrestar, en términos de utilidad (otra palabra en lenguaje económico para la felicidad), con cierta cantidad de galletas.
Una característica ampliamente aceptada de las curvas de indiferencia es que cuando las canastas de bienes se mueven hacia valores extremos, la tasa de intercambio entre los bienes tiende a infinito. Por ejemplo, en la medida que una persona cada vez acepta menos vasos de agua, necesita muchas más galletas para compensar la utilidad perdida. De hecho, en el límite (cuando no tiene agua), no existe cantidad de galletas suficiente para compensar la ausencia de agua.
La forma en que el concepto de curva de indiferencia enlaza con el de restricción presupuestaria es que los consumidores, habiendo definido mentalmente las relaciones entre los distintos conjuntos de bienes y servicios entre los que son indiferentes, adquieren aquel que les brinda la mayor utilidad, y a la vez no supera su restricción presupuestaria. De esta forma los consumidores logran la asignación más eficiente de sus recursos limitados.