Hemos sido partícipes en la tarea de considerar pobres a las personas que sobreviven con 1.25 dólares al día o menos, es decir, que hemos limitado el ingreso como único insumo para la medición de la
pobreza, evidenciando que el enfoque monetario ha predominado sobre las demás perspectivas. Pero ¿es este indicador capaz de englobar la definición de pobreza?, ¿acaso una persona carente de una vida saludable, libertad, respeto a los
derechos humanos y acceso a servicios básicos con un gasto diario superior a 1.25 dólares, no debe ser considerado como un individuo en condición de precariedad?
Esta concepción no es errónea. Las líneas de pobreza son excelentes
indicadores al momento de medir solo un tipo de pobreza: la monetaria. Esta parametrización da a lugar al paradigma del ingreso, donde se cataloga como pobre a los individuos, únicamente cuando sus gastos medios en escalas de equivalencia se encuentran por debajo del umbral establecido. Por ende, el indicador no proporciona un marco real de la situación, dejando de lado aspectos sociales indispensables en la determinación de la misma, como la libertad de expresión y asociación, necesidades básicas insatisfechas, acceso a servicios e información.
Con el objetivo de obtener una medición que recopile más información relativa al bienestar y la calidad de vida de las personas más allá del ingreso, en 2010 la Iniciativa de Desarrollo Humano y Pobreza de la
Universidad de Oxford, desarrolla el
Índice de Pobreza Multidimensional. Este criterio abarca dimensiones relacionadas al estado de la vivienda, servicios básicos, estándar de vida, educación, empleo y protección social, suministrando una noción más acertada al concepto de pobreza. Dichas dimensiones a su vez poseen un total de 15 estratificaciones o privaciones. La metodología sostiene que si un individuo posee al menos un 25% de las carencias es catalogado pobre.
Supongamos el caso de un individuo de 21 años que no completó los estudios secundarios y devenga alrededor de RD$2,500 pesos mensuales. Esta misma persona, por su limitada capacidad de adquisición, carece en su hogar electrodomésticos esenciales, tales como: lavadora, plancha y televisor, las calles de su sector no están asfaltadas, el piso de su vivienda es de tierra, el techo de zinc y solo cuenta con una habitación, pero además, vive con 3 parientes. Desde la óptica monetaria este joven no es considerado pobre, pero desde el IPM si es catalogado como tal.
La
República Dominicana toma un lapso de alrededor de media década para construir el IPM. El
Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD) emite a finales de junio del presente año el primer informe preliminar de la ejecución de esta metodología. Utilizando como fuente principal la
Encuesta de la Fuerza de Trabajo (ENFT), para el periodo 2000-2016. La implementación de esta metodología sienta las bases para el logro del eje número dos de la
Estrategia Nacional de Desarrollo (END) respecto a la reducción de la pobreza.
Dentro de los hallazgos relevantes del informe se aprecia que la pobreza multidimensional en el país mostró una caída pasando de 34.9% en 2012 a 23.1% en 2016 para una disminución de 11.8 puntos porcentuales. En ese mismo orden se observa que, los determinantes de mayor incidencia en el cambio del IPM dentro del periodo analizado fue la caída en la privación de ingreso, la baja en la carencia de bienes duraderos, la reducción de escasez de fuentes de aguas mejoradas y la disminución del logro educativo insuficiente.
La puesta en escena de este indicador permite entrever un gran avance en materia social. Dado que permite el diseño y ejecución de políticas públicas que permitirán abolir los factores determinantes de la pobreza y proporciona una métrica comparable con otros 108 países de la región.