Perspectivas económicas de 2024: Desafíos globales, fronterizos y electorales de R.D.

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Por Raúl Ovalle.


Conflictos fronterizos, guerras (frías y calientes), oscilaciones del péndulo en la esfera política regional, consecuencias logísticas del cambio climático, corridas bancarias en E.E.U.U. y otros choques macroeconómicos han sido parte del legado que nos dejó el 'veinte-veintitrés', y que seguramente tendrán consecuencias hacia el 2024.

El término Permacrisis, seleccionado por el Collins English Dictionary como la palabra del año en 2022 y definido como un período prolongado de inestabilidad e incertidumbre producto de eventos catastróficos, describe el escenario global que se perfila para el año próximo, ante los desafíos económicos, geopolíticos y medioambientales que aún prevalecen.

Ante este contexto, la situación económica de Estados Unidos, nuestro principal socio comercial y mayor fuente de remesas, turistas e inversión extranjera directa (IED), adquiere una relevancia especial para Quisqueya La Bella. A pesar de los aumentos más significativos en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal (FED) en cuatro décadas, Estados Unidos ha superado las expectativas de crecimiento en 2023 y la FED estima una expansión al cierre de año en torno al 2.6%, por encima de la tendencia histórica. Hacia 2024, se anticipa que los efectos rezagados de los incrementos de las tasas de interés conlleven a una desaceleración, con un crecimiento proyectado entre [1.2% - 1.7%]. Este panorama, junto a una esperada disminución de la inflación al rango del 2.2% al 2.5%, apunta a que la economía estadounidense logrará el elusivo ‘soft landing’ o 'aterrizaje suave', esto es, controlar la inflación mientras se evita una recesión.

Además de estas proyecciones, las últimas estimaciones de la FED indican una posible reducción de alrededor de 75 puntos básicos en la tasa de interés de política monetaria a lo largo del año. Estas cifras, que algunos analistas consideran conservadoras, contrastan con las predicciones de finales de diciembre en los mercados de futuros, donde se anticipa una disminución más pronunciada, de hasta 150 puntos básicos, iniciando posiblemente tan temprano como marzo de 2024. Este cambio en la política monetaria de Estados Unidos podría proporcionar un mayor espacio de maniobra para el Banco Central de la República Dominicana, que se encuentra gestionando brechas de tasas internacionales en niveles históricamente bajos, una situación que tiene implicaciones directas en el mercado de divisas. Este escenario, por tanto, presenta un panorama de optimismo cauteloso para la economía dominicana, que en su transición hacia la recuperación y el crecimiento podría verse favorecida por estas dinámicas globales.

En el panorama global de los commodities energéticos, se esperan trayectorias divergentes en los precios del petróleo, carbón y gas natural, que en conjunto representan cerca del 80% de nuestra matriz energética. Las tendencias actuales y los precios implícitos en las transacciones de los mercados de futuros apuntan a que el precio del barril de petróleo WTI se mantendrá en un rango de [us$72 – us$76] durante los próximos doce meses, cifra similar a los niveles actuales y ligeramente inferior al promedio de 2023. Por otro lado, se prevé que el precio del gas natural experimente un aumento significativo, alrededor de un 30% superior al actual.

Retomando el concepto de permacrisis, es importante reconocer que estas perspectivas están marcadas por un alto grado de incertidumbre geopolítica. Los eventos actuales en Israel y su proximidad al Golfo Pérsico, una región clave en la producción mundial de petróleo, así como la persistente guerra en Ucrania, tienen el potencial de influir significativamente en los mercados energéticos. Ante esta realidad, resulta esencial que nuestras autoridades contemplen y apliquen estrategias de cobertura ('hedges') contra posibles incrementos en los precios de estos commodities, aprovechando experiencias previas donde tales tácticas han demostrado su eficacia. Tales medidas de protección financiera son fundamentales para mitigar el impacto de las fluctuaciones del mercado en nuestra economía, particularmente en las cuentas fiscales, asegurando así una mayor estabilidad en nuestros costos energéticos y contribuyendo a la resiliencia económica del país en un contexto global incierto.

Ante este panorama global, ¿Cómo se traducen estos desafíos en la realidad económica de la República Dominicana y qué significan para nuestro futuro inmediato?

A nivel doméstico, es importante reconocer los logros del Banco Central de la República Dominicana (BCRD) en el control de la inflación. Después de más de treinta meses con una inflación por encima del objetivo del BCRD, en noviembre se logró alcanzar la meta del 4%, y las proyecciones no indican desvíos significativos para el próximo año.

En cuanto al entorno y las perspectivas de la actividad económica, es preciso recordar las palabras del gran economista de la Escuela de Chicago, Thomas Sowell: 'En economía, no hay soluciones, solo dilemas (trade-offs)'. En ese sentido, la exitosa gestión de la inflación en un contexto de estabilidad cambiaria no estuvo exenta de desafíos. Las medidas restrictivas necesarias para este logro también conllevaron una desaceleración económica con pocos precedentes.

Durante 21 meses consecutivos, el crecimiento fue inferior al del mes anterior, con el indicador mensual de actividad económica registrando un crecimiento promedio anual de solo 2.1% a noviembre de este año, menos de la mitad de la tendencia histórica de 5%. Vale la pena destacar que, a pesar de esta histórica desaceleración, entidades como el FMI y analistas independientes, al igual que la visión que tenemos desde ANALYTICA, anticipan que nuestra economía crecerá alrededor de [2.25% - 2.50%] en 2023, alineado con el promedio de la región latinoamericana, y distinto del resto de la región, destacará por su resiliencia en 2024, alcanzando un rango entre [4.75 – 5.25%], cercano a su potencial. Dicho crecimiento será suficiente para posicionarnos como la séptima economía de mayor PIB en la región.

Esta perspectiva optimista de recuperación para 2024 se ve sustentada por los datos más recientes sobre evolución de la actividad, los cuales muestran que, en el sector privado, todos los sectores han experimentado un crecimiento positivo, con la sola excepción de la minería. Este indicador refleja una recuperación económica que, aunque gradual, muestra una diversificación saludable. En el caso particular de la minería, el sector está pasando por una fase de expansión en la capacidad instalada de una de sus minas más importantes.

En sectores estratégicos como la construcción, el de mayor peso en la economía, se proyecta una recuperación hacia 2024, impulsada por varios factores clave que incluyen: la disipación de los choques de costos derivados de la guerra en Ucrania que continuaban presionando el sector; una robusta demanda de crédito inmobiliario, que actualmente crece por encima de la tendencia histórica; y la creciente afluencia de inversión extranjera directa destinada al sector inmobiliario, que hoy recibe $1 de cada $8 de IED total.

Respecto a las zonas francas, claves en la generación de empleo formal, se debe reconocer que atraviesan su mayor desaceleración post-COVID-19. Aunque la desaceleración esperada en EE. UU. durante 2024 podría afectar las exportaciones a corto plazo, el sector está experimentando un auge de inversión extranjera directa, superando los US$300 millones y marcando máximos históricos. Este flujo de inversiones, alineado a las tendencias de nearshoring vigentes y a pesar de las proyecciones de desaceleración para el próximo año, apunta a un futuro prometedor para las zonas francas a mediano plazo.

Otra de las industrias clave y que promete continuará siendo un motor de crecimiento es el turismo, que no solo alcanzó un hito al superar los diez millones de visitantes en 2023, sino que también se proyecta alcanzar un récord en inversión extranjera directa, aproximándose a los US$1,050 millones al cierre del año. El turismo está experimentando un auge de inversiones, notable tanto en su diversificación geográfica —abarcando la costa norte, este y sur del país, con un impulso significativo del sector público en esta última— como en la variedad de su oferta, incluyendo cruceros y ecoturismo, entre otros. Estos y otros elementos auguran un continuo dinamismo hacia 2024 y el mediano plazo.

Un aspecto crucial a considerar en 2024 es la diversificación geográfica del crecimiento económico, especialmente en la zona del Cibao. Esta región, con un PIB que excede los US$38,000 millones y excede al de países como El Salvador, aporta cerca de US$1 de cada US$3 del PIB nacional. De continuar las actuales tendencias de crecimiento, el Cibao se convertirá en la región de mayor contribución al PIB dominicano hacia 2030.

Este panorama se refleja en las tendencias del sector financiero. A octubre, el crecimiento del crédito al sector privado en el Cibao superaba el promedio nacional (21% vs. 19%), destacándose en una diversidad de sectores como inmobiliario, consumo y comercio. Notablemente, en el sector construcción, donde la región representa el 44% de su PIB nacional, el crecimiento del crédito alcanza un 76%, duplicando el promedio nacional, sugiriendo que la recuperación económica del próximo año región iniciará en dicha región.

Las tasas de interés jugarán un papel fundamental en la eventual recuperación económica. Aunque el Banco Central de la República Dominicana (BCRD) redujo la tasa de política monetaria (TPM) del 8.5% al 7.0% en la segunda mitad de 2023 y puso en marcha programas de estímulo monetario focalizados, diversas medidas de tasas de interés -ajustadas por inflación- siguen siendo altas en términos de plazos, productos y sectores. Estas tasas aún reflejan una política monetaria restrictiva. Para fomentar una recuperación económica efectiva, será necesario adoptar una política más expansiva. En este contexto, anticipamos que el BCRD implementará reducciones adicionales en la TPM de entre 250 y 350 puntos básicos a lo largo de 2024, en un movimiento que estará parcialmente condicionado a las reducciones esperadas de tasas de la FED.

La política fiscal, al igual que las tasas de interés, desempeñará un rol crucial en 2024, especialmente teniendo en cuenta que será un año electoral. De acuerdo con el proyecto de ley de presupuesto, se prevé un déficit fiscal de RD$231,300 millones (approx. 3.1% del PIB), que además supone que, por sexto año consecutivo, los ingresos totales del sector público no alcanzarán para cubrir el gasto corriente del gobierno, es decir, aquel que excluye la inversión pública. Paralelamente, la inversión pública, presupuestada en un 2.7% del PIB, continúa siendo aproximadamente un 1% inferior a los niveles pre-pandemia.

Estas tendencias sugieren que las autoridades tienen como objetivo continuar con la disciplina fiscal característica de esta administración, enfocándose en mantener el déficit dentro de los límites presupuestados, en lugar de implementar un estímulo fiscal de amplio alcance. Sin embargo, el déficit proyectado y el entorno de variables macroeconómicas anticipadas sugieren que la deuda pública seguirá una trayectoria ascendente, lo que resalta la importancia de considerar un ajuste fiscal en el futuro próximo.

En relación con el tipo de cambio, actualmente en un periodo de depreciación inferior a los promedios históricos, proyectamos que en 2024 podría alcanzar una depreciación de entre el 4.25% y el 4.75%. Esta tasa es superior al promedio histórico del 3.5% y refleja un ajuste del mercado cambiario a un contexto donde las brechas entre las tasas de interés internacionales y locales están en los niveles más bajos de los últimos 15 años.

Si bien los efectos de la desaceleración estadounidense podrían impactar los flujos de remesas, turismo y zonas francas, tres factores clave en el mercado cambiario, prevemos tres tendencias que mitigarán este impacto: el mercado laboral hispano en Estados Unidos, que continúa operando bajo pleno empleo, impulsando así las remesas; la creciente afluencia de viajeros norteamericanos en lo que se ha denominado 'turismo de revancha', que refuerza el sector turístico; y la tendencia creciente de nearshoring, que asegura altos niveles de inversión extranjera en sectores clave como las zonas francas. Estas tendencias, en conjunto, sugieren un impacto limitado de la desaceleración estadounidense en comparación con episodios anteriores.

Finalmente, “veinte-veinticuatro”, un año electoral, supone riesgos en el plano doméstico, que incluyen la profundización de la crisis sociopolítica en Haití y sus consecuencias sobre la seguridad sanitaria, diplomática y fronteriza. Otros incluyen la implementación de una reforma fiscal durante el período post-electoral y la intensificación de la narrativa que plantea retiros anticipados e incluso disolución de las AFPs. Adicionalmente, la ciberseguridad, identificada como uno de los tres principales riesgos en el informe anual de riesgos globales de AXA Group, subraya la necesidad de incluir esta contingencia en los planes estratégicos. En cada uno de estos casos, fortalecer el marco de gestión de crisis reputacionales, supone una inversión rentable tanto para hacedores de políticas públicas como a actores clave del sector privado.

En conclusión, 'veinte-veinticuatro' se presenta como un período de significativa transición y adaptación, tanto global como localmente. Enfrentamos un legado de ‘permacrisis', marcado por desafíos económicos, políticos y medioambientales. A nivel global, las políticas monetarias de las principales economías, especialmente de Estados Unidos, junto con el potencial de volatilidad en los mercados de commodities, dictarán en gran medida el ritmo y la naturaleza de la recuperación económica.

Para la República Dominicana, este contexto global ofrece tanto desafíos como oportunidades. El impulso a la actividad a través de las políticas monetarias y fiscales, bajo un entorno de inflación controlada, serán cruciales para navegar este entorno incierto. Mientras que la economía dominicana muestra signos de resiliencia y potencial de crecimiento, especialmente en sectores clave como la construcción y turismo, la necesidad de una estrategia fiscal prudente y una gestión eficaz de los riesgos, sobretodo en la frontera, son esenciales. El año electoral añade una capa adicional de complejidad, donde nueva vez el país demostrará que la estabilidad política es una de nuestras principales fortalezas. En última instancia, la habilidad de la República Dominicana para capitalizar las tendencias globales positivas y mitigar los riesgos internos y externos definirá su trayectoria económica en un mundo post-pandemia cada vez más interconectado.

Por:

Raúl Ovalle Marte

Socio-Director de Analytica